1- Enfermedades crónicas Uruguay

1- Las enfermedades crónicas en Uruguay

Los principales problemas sanitarios y las enfermedades crónicas no trasmisibles han evolucionado a lo largo del siglo XX con diferente grado de desarrollo en los distintos países latinoamericanos. En nuestro país, al igual que en muchos otros, las enfermedades del aparato cardiovascular ocupan el primer lugar de mortalidad por enfermedades crónicas; y el perfil general de nuestra sociedad es el de una sociedad envejecida y con patología crónico degenerativa predominantemente discapacitante.

La estadística de mortalidad en Uruguay para enfermedades cardiovasculares, a lo largo del 1900 es creciente, y hay un marcado incremento, con un salto abrupto en la década del 40, que sigue aumentando hasta 1984. (Gráfico 1882-1999) La tendencia a fin de siglo es hacia la baja en el número total de defunciones por enfermedades cardiovasculares, lo que indica una disminución en el riesgo de muerte por estas patologías en nuestro país. Sin embargo esto ocurre en un cambio demográfico del país, que tiene un aumento leve de la población, y a su vez un incremento que es marcado en la población adulta y de tercera edad.

Muerte por enfermedades cardiovasculares en Uruguay 1882-1999.

Si bien hay una tendencia de todas las poblaciones a envejecer su estructura, y cada país está en diferentes etapas de ese proceso (transición demográfica), la situación de nuestro país es peculiar. Este proceso “influye sobre la situación epidemiológica de las poblaciones, aumentando la importancia de las enfermedades no trasmisibles (transición epidemiológica)…”3

De los diversos factores de riesgo analizados y usados hoy en programas de prevención cardiovascular, entre estos: sedentarismo, obesidad, tabaquismo, dieta, edad y sexo; sabemos que los mismos han variado a lo largo del siglo. En el análisis cronológico de estos factores de riesgo, encontramos que no se ha investigado, por lo menos en lo que respecta a bibliografía médica nacional, el cambio dietético en el uso de grasas tradicionales (saturadas de origen animal) a aceites vegetales industriales poli-insaturadas, en relación con el incremento de las patologías cardiovasculares. En la investigación de la evolución de la alimentación de nuestra población, existen claras coincidencias cronológicas y estadísticas en el abrupto cambio de la década del 40 como se observa en la gráfica, con el acelerado incremento de la producción y uso en la alimentación de los aceites de origen vegetal.

Ahora, ¿qué sabemos de la estadística de morbi-mortalidad de las enfermedades reumatológicas en el siglo pasado?.  Lamentablemente no se dispone de esta estadística, la cual hoy consideramos imprescindible para analizar objetivamente los factores posibles implicados en la evolución de esta patología crónica, tan invalidante en nuestra población. Entre la patología cardiovascular y reumatológica hay una relación anatomopatológica y clínica evidente. Los estudios demuestran que la artritis reumatoide es un factor de riesgo que acelera la ocurrencia de síndrome coronario agudo. La tasa de muerte cardiovascular aumenta en pacientes con artritis reumatoide, en comparación con poblaciones que solo presentan enfermedad cardiovascular.4,5

En cuanto a la morbilidad no hay datos exactos; pero de acuerdo a las estadísticas de morbilidad, obtenidas por egresos y motivos de consulta en los centros asistenciales,  las enfermedades cardiovasculares son las de mayor prevalencia y dentro de éstas la hipertensión es la de mayor morbilidad, como muestra la gráfica de egresos por causas cardiovasculares en el año 2000, gráfica que no considera el alto porcentaje de población sin diagnóstico primario de la hipertensión.

Egresos por causas cardiovasculares.

La distribución entre los egresos hospitalarios en el año 2004 por causa CV según grupos de edades muestra una frecuencia acumulada de 88,6 % en los mayores de 45 años, la distribución por sexo mostró un predominio en el sexo femenino.7

En este contexto, destacamos que similar situación se observa en toda Latinoamérica, siendo la HTA la enfermedad de mayor morbilidad según el último informe de  CEPAL en el 2001, y la artritis ocupa el segundo lugar según una encuesta basada en una muestra poblacional de 1450 personas de 60 o más años.9

Para Uruguay, al no existir estadísticas de morbi-mortalidad para enfermedades reumatológicas resulta imposible estimar cifras, sí sabemos de acuerdo a datos obtenidos por encuestas de percepción de enfermedad en Montevideo, que estas ocupan el segundo lugar en prevalencia de enfermedades crónicas en nuestro país, (cuadro Tasas de percepción) después de las enfermedades cardiovasculares, un 26, 8 % con mayor incidencia en el sexo femenino.

También las enfermedades crónicas son de mayor prevalencia en el sexo femenino, donde el informe de la encuesta SABE de 2001 mostró para la población montevideana de 60 o más años que las mujeres sufren más enfermedades crónicas que el hombre.

La inflamación en las enfermedades crónicas

¿Cuál es el rol de la inflamación en las patologías crónicas?

La inflamación está presente en la mayoría de las enfermedades crónicas de mayor prevalencia. El desarrollo de diversos marcadores biológicos usados en la paraclínica son la evidencia bioquímica más clara de ello, tanto la VES como la PCR, etc., son usados cada ves más para el diagnóstico en las enfermedades crónicas.

Nuestro objetivo es mostrar el origen y la importancia de un estado de “hiperinflamación” en la evolución y complicaciones de las mismas.

Actualmente el recurso terapéutico más empleado para tratar éstas enfermedades es el farmacológico; mediante el cual se bloquea la cascada del ácido araquidónico,  para controlar así las manifestaciones del proceso inflamatorio. Los corticoides actúan en el bloqueo irreversible de las enzimas que producen hidroperóxidos responsables de las funciones que desencadenan el proceso inflamatorio; y los AINEs bloquean la cicloxigenasa e impiden la formación de prostaglandinas y tromboxano.

El uso de estos fármacos brinda una solución temporal, con lo que se mitiga y/o elimina el dolor y disminuye la inflamación, y eso se puede interpretar como beneficioso a corto plazo porque alivia el sufrimiento del paciente, pero por otro lado se hipertrofia la concentración del AA a nivel de las membranas celulares, generando un “estado de hiperinflamación” (exceso de AA a nivel de las membranas celulares), que en la evolución de la enfermedad favorece la aparición de las complicaciones en la patología crónica. Además pequeñas causas desencadenantes (microtraumatismos internos y externos, lesión del endotelio, etc.) generan una exagerada respuesta inflamatoria que comienza a ser una patología en si misma, cuando el proceso de reparación que implica la inflamación no logra la homeostasis hacia ese fin, sino hacia la cronicidad.

¿Cuál es la otra vía sobre la cual podemos actuar sin hipertrofiar la concentración del AA?

La respuesta está en el origen de los AGPI.

SIGLAS:

AA: Ácido Araquidónico – AGE: Ácidos Grasos Esenciales – AGPI: Ácidos Grasos Poli-Insaturados

AINE: Anti-Inflamatorio No Esteroideo – DHA: Ácido Decosahexaenoico – EPA: Ácido Eicosapentaenoico

MSP: Ministerio de Salud Pública – PCR: Proteína C Reactiva – SNC: Sistema Nervioso Central

SNP: Sistema Nervioso Periférico – VES: Velocidad de Eritrosedimentación

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